jueves, 5 de enero de 2012

Conversaciones con un muerto viviente (I)


 La mano que sostiene las uñas de tus pies


"Si te he visto no me acuerdo, ¿qué vería en ti, chaval?" Se me ocurren tantas canciones disparatadas que me hace pensar que es normal que las situaciones que vivimos sean tan difíciles de entender. 

Yo por la ventana me distraigo observando a los pajaricos piar en busca de un cobijo donde caiga la sombra. Podría decirse que todo esto es porque tengo la cabeza llena de pájaros, y seguro que tú también. Pero los pájaros son geniales, saben volar. ¿Sabes? Es como un niño pequeño que suelta un globo de helio y vuela tan alto que se pierde en la enormidad. A nosotros, si realmente nos soltaran también seríamos capaces de perdernos. Por eso creo que hay alguien que nos amarra al suelo, como queriéndonos decir: "¿Tú dónde te has creído que vas? Aquí te queda mucho por hacer todavía". 

Demasiado peliculero todo. A veces me olvido de que la vida es real y el cine simple ficción. Pero a todos nos gustaría ser protagonistas de una de esas pelis súper taquilleras  y hacer, de quien queremos, protagonista imprescindible de nuestra gran obra maestra.

Y, "¿qué hace una chica como tú en un sitio como éste? ¿Qué clase de aventuras has venido a buscar? "No temas, que lo bueno de que esto no sea ninguna película es que no existe un final hasta que uno no lo desea así. El problema es que me da miedo mirar a los ojos de la gente, podría acabar enamorándome. Está bien, la vida es más fácil si no te calientas la cabeza, pero yo me moriría del aburrimiento; y puestos a morir, prefiero morir de amor.

¿Ves Celeste? Esto es lo que pasa cuando uno no hace más que soltar cursiladas, que se acaba volviendo loco. Y de locuras va el asunto. Me he arrepentido tantas veces de hacer algo que he acabado por tener la costumbre de equivocarme siempre en lo mismo. El problema es que creía que era culpa siempre de los demás, y quizás a veces lo fuera, pero hay que mejorar, competir para superarnos a la hora de querer ser felices. Por cierto, debes de saberlo ya Celeste, da mucho miedo ser feliz. Hazme un favor y consigue que quien tenga ese temor, sea capaz de superarlo.

Si te soy sincero, solo pretendo conseguir sentarme en la terraza de una cafetería y pedirme otra cerveza. Entre tanto sostengo un bolígrafo en la mano y apunto en una servilleta la primera gilipollez que recorre mi cabeza: Sexo en el parque de atracciones. Jugueteo con tus dedos.  Hoy no llevo ropa interior. Y quiero que juguemos con los coches y si me apuras, que follemos otra vez y lo dejamos todo perdido.

No sé, supongo que me toca barajar de nuevo las cartas y reflexionar para poder continuar. Los juegos pasionales acaban destrozándome. Por eso la reflexión es necesaria Celeste, tanto como el respirar. Confío en que si yo echara a volar, alguna mano de uñas mordidas se anclara a mí y me dijera: “De mi lado no te moverás”. Tengo sueño Celeste, déjame soñar.

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