domingo, 17 de abril de 2011

Historias de diminutos y gigantes


 A la de tres nos escapamos




Una vez tuve una novia. “¿Una novia tú?” Vaya, qué graciosos son mis amigos. Pues sí. Me acuerdo del último día, estábamos los dos desnudos en aquella calle donde la gente va desnuda. ¿Que cuál es esa calle? Sí claro, a ti te lo voy a decir. La cuestión es que me dijo que tenía ganas de acostarse, y no, no era ninguna indirecta. Por eso se fue, porque tenía que dormir. Os parecerá una tontería, pero lo único en que pensé fue en cómo sería su pijama, o si dormiría así, como su mami la trajo al mundillo éste de la vida.

Para ser más concretos yo tengo dos amigos, y no, a éstos no me los tiré, más que nada porque a nadie dejo probar mi cama. “Quien quiera dormir contigo corre el riesgo de despertarse muerto”. Era lo que me solía decir mi madre, que en paz descanse. Y no es porque esté muerta, es que ahora la pillas durmiendo.

Y luego empecé a escribir un libro sobre sueños. Algo como que yo desaparezco de un portal cualquiera. Vamos a poner que lloraba, sí bueno, solo se trata de imaginar. En fin, que me voy llorando y de repente me giro, y llueve (bueno no, no llovía, pero así mola más). Llueve, me  giro y a lo lejos veo aquel viejo portal. Yo creía que me seguían y no me seguía ni Dios. Sí, Dios te sigue a todas partes, pero es mi libro y digo lo que me pasa por mis dedos traviesillos. Pensaba que me seguían, en las películas lo hubieran hecho, ¿y por qué en los libros no?

Aquella novia mía, y  a la vez de mis dos amigos (en compartir no hay quien me gane), se encerró en su castillo presa de sus sentimientos. Yo era rubio y alto, y guapo y fortachón. Modestia aparte, ¡qué coño! yo lo era y lo soy. Allí abajo empecé a chillar: “¡Princesa del castillo encantado, yo te rescataré! ¡Que no hay dragón que pueda hacerme daño!, ¡escápate conmigo! Me ahorré lo de que no me importaba que tuviera bigote ni que me molestaba su olor corporal, ni mucho menos que tuviera nombre de galleta drogadicta.

En fin, que ni libro ni pollas, mis dos amigos se enrollan entre ellos y eso es gracioso. Ya estoy mucho mejor, voy a empezar este relato de una vez. Disculpad mi lenguaje y mi grosería, al menos no os cuento que esta reflexión la escribo con una sola mano ya que con la otra estoy pensando en todos vosotros.  Un abrazo no recíproco y que alguien les dé un puto condón a mis dos amigos, anda.

Necesito dormir, tú puedes hacerlo también. Contando ovejas, todo el mundo lo dice, no puedes cambiarlo. Cierra los ojos y date la vuelta, lo dice todo el mundo, tú puedes cambiar.

Tengo sueño, aquí en las estrellas, y la luna conduce con cuidado. El agua calienta el dormitorio donde el sol quedó dormido. Accidente astral, quiero soñar, estoy en un escaparate, alguien grita: “Escápate”.

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