Los ojos
Mira más allá de tu propia luz para no sentir la sucia oscuridad
- ¿Dónde estaba usted? ¿Dónde coño se había metido? Sigo sin verle, pero le respiro. Contésteme, sé que está ahí.
- Tranquilo, coja aire por favor. No me he movido de aquí. El caso es que usted no puede ver, ¿o me equivoco?
- Soy capaz de observar mis propios miedos, los sentimientos que me acompañan y hasta puedo contemplar cada pensamiento que me vuela por la mente.
- ¿Y no puede ver más allá de usted mismo?
- ¿Qué me está queriendo decir?
- Dígame, ¿de qué color son mis ojos?
- Vaya pregunta tan estúpida. Si no sufriera esta curiosa ceguera le respondería de inmediato.
- ¿Pero no es capaz de recordarlo?
- No, no lo recuerdo. ¿No le he dicho ya que no tengo visión más allá de lo que soy?
- Pero en cambio sí que se ve dentro de usted. ¿Y qué queda de los demás? Si ni siquiera sabe el color de los ojos de las personas, ¿cómo va a ser capaz de mirarles en el interior?
- A veces incluso olvido el color de mis propios ojos.
- Sin ese color, ¿cómo va a llegar a las mentes más humanas y brillantes de aquellos que están a su lado?
- Si le digo la verdad, ahora mismo no sé quién está a mi lado.
- Es normal que no lo sepa. Tiene que ir mirando más allá de su propia luz para que no vuelva a sentir esa sucia oscuridad.
- ¿Se trata simplemente de un color?
- De un color y de una mirada. Hay que abrir todas las puertas para encontrar el mejor hogar posible. Cada ojo espera su complementario ajeno. Haga el favor de ayudar a sus ojos para ayudarse a sí mismo.
- Gracias y buenas noches, un placer poder volver a ver sus ojos negros.
- Buenas noches. Sueñe con ojos que, sin importar su tamaño, sean tan grandes que sea imposible describirlos.