domingo, 9 de diciembre de 2012

Síndrome


Síndrome Stendhal
También es conocido como la "enfermedad de la belleza" y la mejor definición sería una sensibilidad suprema y un aumento de la emoción.
Es una molestia psicosomática que conlleva un aumento del ritmo cardiaco, vértigo e incluso posibles alucinaciones en el momento que una persona está expuesta a una sobredosis de belleza artística, pinturas y obras maestras de arte.

SÍNDROME



Bien, entonces el Barón Munchausen le ordenó traer a la criada otra botella de chivas de la despensa y Carla Stendhal, que así era cómo se llamaba ella, recorrió de un lado a otro el palacete, cogió el whisky y, tras atravesar la cocina y uno de los comedores principales, volvió al salón, abrió la botella y le sirvió una copa al Barón.

 -Está bien, puede retirarse – sugirió el señor Munchausen.

-Como usted mande, señor –y fue directa a la cocina, donde se sentó junto al mayordomo.

El Barón Munchausen primero olisqueó, luego removió y a continuación separó la copa de su lado y bebió directamente de la botella. Y, por qué no, el Barón decidió acompañar el buen rato que pasaba con alguno de sus vinilos favoritos.

-¡Koro, Korito, amigo mío, venga aquí, corra!

Apareció lo más rápido posible el mayordomo en el salón, exhausto y preocupado.

-¿Le sucede algo al señor? –preguntó Koro.

-Claro que sucede algo. ¿Ve el tercer estante a la derecha del reproductor de música? Pues diríjase hacia él, y entre el machete, las jeringuillas y los libros de Poe, encontrará el disco que quiero escuchar.

Koro obedeció las órdenes del Barón y, tras pinchar la aguja del reproductor en el vinilo, se inquietó al oír la música.

-Señor, ¿seguro que era esta la música que deseaba escuchar?

-¿A qué se debe esa pregunta, Korito? No soy hombre de dudas, amigo.

-Ya señor, solo me sorprendió que quisiera realmente escuchar a Mozart, quiero decir...El Lacrimosa de Mozart – titubeó el mayordomo.

-¿Tiene usted algún problema con el Oh Gran Wolfang?

-No, oh Dios para nada, pero parece música compuesta para difuntos, señor.

-Amable y leal mayordomo, ¿sabe por qué quise llamarle con el nombre de “Koro”? Porque es una enfermedad mental, un síndrome psicológico donde el enfermo cree que su pene se va reduciendo progresivamente hasta introducirse en el abdomen y causar la muerte. ¿Sabía usted eso?

-Lo sé señor, nunca pierde la oportunidad de recordármelo.

-¡Oh Gran Wolfang, ha llegado el momento! ¡Venga Koro, haga el favor de llamar a la señorita Carla! ¡Les quiero a los dos presentes! ¡Ha llegado el maravilloso momento!

Sí, entonces Carla llegó con otra botella de chivas en la mano y realizo el mismo itinerario que con las otras anteriores. El Barón volvió a apartar su vaso y, amarrando la botella con recelo, dio un asombroso trago y empezó a recitar El Lacrimosa.

DÍA DE TRISTEZA AQUEL
EN QUE RESURGIRÁ DE CENIZAS
EL CULPABLE DEL JUICIO
ASÍ QUE TEN PIEDAD, OH DIOS, CON ÉL
COMPASIVO SEÑOR JESÚS
OTÓRGALE DESCANSO!

Los dos criados observaban al Barón con tranquilidad y respeto. Carla volvió a servirle una copa, y el señor Munchausen, derramando parte del líquido en la mesa, la apartó y la dejó junto a las demás.

-Acérquese Carla, acérquese a mis brazos. – ordenó el Barón.

Y Carla, extrañada tras la desconocida actitud de su señor, no tuvo más remedio que acercarse. El Barón agarró con ansia a la criada, clavando sus uñas en la nuca  hasta provocar la sangre. Entonces (sí, solo entonces), en el momento en que la sangre se derramaba lentamente hasta llegar a la espalda de Carla, solo entonces la besó.

-Oh Gran Wolfang, cómo adoro el perfume de esta mujer, cómo adoro su silueta, sus curvas tan sensibles a mi tacto. Oh Gran Wolfang, ¿por qué prefiere al santo mayordomo antes que a su amo? Yo, su amo, que la escribo y la dibujo, que la empotro salvajemente contra la pared en cada misa de difuntos mientras el mundo llora, ¡y solo yo, yo su fiel y gentil amo, la torturo con alevosía hasta el gran estallido final!

De repente el Barón empujó a Carla y se acercó al mayordomo, al que propinó una paliza.

-¡No vuelva a preguntarme por qué pongo El Lacrimosa, no vuelva a preguntarme nada más!
Koro cayó al suelo, justo al lado de la estantería. El Barón cogió el machete que había en ella y lo clavó con furia en el pecho del mayordomo.

-Koro, fiel y amable mayordomo, pecó y blasfemó al OH GRAN WOLFANG. Compasivo señor Jesús, otórgale descanso.

Bien, ocurrió más deprisa de lo esperado. Acto seguido Carla agarró una de las botellas vacías de la mesa y mientras el miedo se apoderaba de su alma, estampó el cristal contra la cabeza del Barón. Este se derrumbó contra la estantería haciéndola caer encima de él. Carla empezó a llorar y le tendió la mano para ayudarle, pero el señor Munchausen estaba atrapado.

-Carla Stendhal, arte puro, tuya es mi mente, me atormenta la sensibilidad de mi mirada en tu mirada. Dime Carla, ¿tú quieres saber por qué te bauticé con ese nombre?

Al instante los ojos del Barón Munchausen se cerraron para el resto de sus días. Carla fue directa a besar a Koro, que yacía sin vida en el suelo. Luego recogió los cristales del suelo, se sentó y observó las copas llenas que el Barón había apartado a un lado de la mesa. Las contó. Había veintiuna. Pensó Carla que eso era lo único que quedaba del Barón, unas viejas copas y una melodía que todavía sonaba en el salón. El olor a muerto no tardó en llegar.