jueves, 28 de mayo de 2015

SOBRE LA ÚLTIMA VEZ QUE FOLLÉ



¿Sabes cuando follas pero realmente estás con ella en el cine? ¿O cuando follas y solo estáis hablando juntos en su portal? ¿O cuando follas pero solo te sientes bien porque ella celebra un gol de su equipo? ¡Joder, encima le gusta el fútbol! ¿Sabes eso de follar pero no estar follando? ¿Eso de no hacer nada y a la vez estar haciéndolo todo? ¿O cuando follas pero esta vez estás follando de verdad y te das cuenta de que estáis haciendo el amor porque ya no distingues su piel de la tuya?

lunes, 4 de mayo de 2015

RUTINAS ASCENDENTES 2ºPARTE

2º PARTE


En tu dormitorio, nuestro mundo es siempre mucho más intenso.

_ Oye, Martín, si no estuviéramos juntos, ¿con qué amiga mía te gustaría acostarte?

_ Clara, ¿te parece normal preguntarme esto a las tres de la mañana?

_ ¡Va! Es que no puedo dormir. ¡Contesta! ¡Contesta! ¡Contesta!

_ Está bien, está bien. Pero deja de sacudirme, que no me quiero desvelar.

_ ¡Contesta!

_ Pues no sé, Clara, ni me lo había planteado. Con ninguna, imagino, yo solo querría estar contigo.

_ ¿De verdad? Qué mono eres, Martín.

_ ¡Te tengo dicho que no me llames mono! Me fastidia bastante, ya lo sabes.  Va, buenas noches.

_ Te llamo como quiero, idiota. Anda, buenas noches.

Silencio.

_ Pues yo, si no estuviera contigo, creo que me apetecería acostarme con Gastón.

_ ¿Con mi amigo Gastón? ¿Pero qué diablos dices? Pues nada, chica, no sé a qué esperas para irte con él y dejarme. Todo tuyo, Clarita.

_ De verdad que te pones de un tonto cuando quieres… Solo es un suponer, no te he dicho que lo quisiera hacer. Además, no me llames chica, no es nada cariñoso.

_ No pretendía ser cariñoso. Pero como quieras, nena.

_ ¿Ahora me llamas nena? Dios santo, vas de mal en peor.

_ Está bien, muñeca, ¿ya puedes dejarme dormir tranquilo?

Silencio.

_ Pablo siempre me llamaba muñeca…

_ ¿Pablo? ¿Quién demonios es Pablo?

_ Es mi ex. Lo sabes de sobra.

_ ¡Ah! ¿O sea que muñeca te parecía perfecto y nena te parece grosero? Mira, te llamo cómo te llamas y ya está, Clara.

_ Muñeca es precioso, que te quede claro.

_ ¿Precioso? ¿Te parecería precioso que tú me llamaras a mí muñeco?

_ ¡No, Martín! Es horrible.

_ Pues entonces, anda, durmamos de una vez.

_ Que sí, que ya te dejo en paz. Buenas noches.

Silencio.

_ De verdad, Martín, qué borde te pones cuando tienes sueño. ¡Idiota!

_ ¿Sueño? ¡Pero cómo narices no voy a tener sueño si son las tres y cuarto de la mañana!

_ No me chilles, Martín. No, si es que ya me lo dijeron en su día: “Ese chico es un auténtico capullo, lo único bueno que tiene es que escribe”.

_ ¿Ahora escribir es algo bueno? Por Dios, Clara, no seas boba. Sin ir más lejos, Hitler escribía. ¿Eso lo convierte en alguien bueno?

_ Bien, Hitler era bueno en lo suyo.

_ Lo que me faltaba por oír. Ahora resulta que Hitler era una hermanita de la caridad.

_ ¡Yo no he dicho eso! Solo digo que era bueno en lo que hacía, pero para nada estoy defendiendo sus actos.

_ ¡Joder! No me voy a poner a debatir sobre la moralidad de Hitler a las tres y media de la mañana.

_ Que sí, que sí. Que ya te dejo en paz. Que descanses.

No. Esta vez no hay silencio. Empieza a escucharse el ruido de las primeras gotas de lluvia impactando contra la persiana del dormitorio. El sonido es titubeante y poco a poco el ritmo de cada impacto va acelerándose y el tremendo diluvio no tarda en caer.

_ Genial, Martín. Ahora empieza a llover. ¿Estarás contento, no?

_ ¿Y yo por qué tendría que estar contento?

_ Siempre que discutimos empieza a llover.

_ Como el día aquel en el que me despertaste haciéndome cosquillas en los pies y te lancé un cojín a la cara. ¡Te pusiste como una furia, Clara! Menuda discusión tuvimos.

_ Sí. ¡Y menudo diluvio universal cayó!

_ La verdad es que siempre estamos discutiendo.

_ Cierto. No sé cómo te las ingenias, guapo, pero siempre me haces enfadar.

_ ¿Yo? ¡Yo no soy el que se quiere acostar con Gastón!

_  No he dicho que quiera hacerlo. ¡Era solo una hipótesis!

_ Odio tus hipótesis, es lo que más odio de ti.

_ ¿Así? ¿Y se puede saber qué más odias de mí?

_ ¿Que qué más odio? Pues esa maldita manía tuya de decir que esto no es más que una relación pasajera.

_ Martín, nunca llegaremos a querernos. No somos como las personas normales, estamos hechos en mundos diferentes.

_ Por eso no te preocupes, Clara. Yo te odio más de lo que te quiero.

_ Está bien, Martín. Continúa, entonces.

_ Por ejemplo, odio las posturas que pones al dormir, que tires de la sábana y me claves los codos en la cara.

_ ¡Joder! Yo también odio eso de mí. Al despertar me levanto con arañazos que yo misma me provoco. Seguramente sea por las pesadillas que tengo contigo.

_ ¿Conque pesadillas, eh? ¡Pues también odio que hables en sueños y acabes por despertarme!

_ Eso… ¿Eso también odias de mí?

_ Bueno, eso… para ser sincero… eso me gusta. Es divertido.

_ Debe de ser lo único que tenemos en común, Martín. Los dos somos divertidos.

_ ¿Quieres saber otra cosa que me parece divertida, nena?

_ ¡Ay, Martín! ¡Deja de tocarme! ¡Tienes las manos heladas!

_ Va, Clara, hagamos el amor.

_ ¿No decías que tenías sueño? Pues, venga, a dormir. Y ¡por dios, Martín! ¿Se puede saber por qué tienes las manos tan frías?

_ Que sí, que sí, que ya paro. Es hora de dormir, ya son las cinco y media y aquí seguimos. Buenas noches.

_ ¡Hay que ver qué mono eres, Martín! Anda, buenas noches.

Silencio.

Silencio.

_ ¡Martín, Martín! ¡Corre, despierta, vamos!

_ ¿Qué… qué narices pasa, Clara? ¡Deja de tocarme los pies!

_ ¡Cielos! ¡Calla y mira por la ventana! Ha salido el arco iris. ¡Dios mío! ¡Ha dejado de llover y ha salido el arco iris!

_ ¿Y qué? ¿Eso es motivo para que me despiertes a las seis y cuarto de la mañana?

_ ¡Nunca entiendes nada! ¡Tenemos que salir a la calle y disfrutar! Nunca sabemos cuándo volveremos  a discutir ni por qué razón, y al hacerlo ¡volverá a llover! ¿No te das cuenta, Martín? Es nuestra oportunidad. Quizás no volvamos a ver el arco iris. Venga, vístete, el buen tiempo nos espera.

_ ¡Está bien, está bien! ¡No puedo ir más deprisa! ¡Dios mío, ya lo veo! El arco iris… ¡Qué precioso está!

_ ¿Y has visto lo inmenso que es? ¡Corre, Martín, ya estoy en el portal!

_ Sí, Clara, corre, ¡es tan inmenso que casi lo podemos tocar!

_ ¡Qué feliz soy! ¡Qué feliz soy! Martín, prométeme que algún día escribirás sobre esto.

_ ¡Dios Santo, Clara! ¡Cuánto corres! ¡Me cuesta llegar a alcanzarte!

_ ¡Venga, Martín! ¡Date prisa! ¡El arco iris siempre dura tan poco! ¡Tan poco!

_ Y tan poco. Y tan poco…

En mi cabeza, nuestra vida es siempre mucho más intensa.