domingo, 24 de abril de 2011

AMISTADES PELIGROSAS

Castellines


En fin, que ya estamos aquí un domingo más. Encima este domingo es santo, aunque de santo tiene lo mismo que yo, fijo. Y precisamente desde el fijo estaba hablando yo con una de esas líneas eróticas que te dan conversaciones por doquier, hasta que se me ha ocurrido (mira tú que casualidad) escribir sobre Castellines. ¿Que quién es Castellines?A ello voy, tranquilito.

La gente curiosa y gigante me pregunta en qué pienso al escribir. Yo me tomo mi tiempo a la hora de contestar. Masco chicle y dejo los frutos secos a un lado: "La pregunta es en qué no pienso, porque yo siempre pienso". Sí bueno, la táctica consiste en contestar algo con tan poco sentido que consiga que la gente se vaya alejando poco a poco de tu lado. Es como el miedo, por eso Castellines es un fuego artificial. Como cuando mamá decía que no había que acercarse mucho al castillo de fuegos porque era peligroso, y aquí no ganamos para disgustos.

Siempre temo a la gente que es simpática, creo que en cualquier momento acabarán conmigo. Dicen que no cuesta nada ser agradable con la persona a la que vas a asesinar. Yo que sé, yo también tengo derecho a ser una víctima de la metaficción. Aunque aquí perjudicados somos todos. Castellines está sola y triste en una oscura habitación, y te espera a ti, Rey de Grandes Soberanías Marsupiales, para que te entregues a ella a través de la debilidad de tus arterias celíacas, y os emborrachéis de gozo empapados en una gran diarrea blanquecina. No temas Gran Rey, es guapa y lista como un buen perro Lulú de Pomerania, y viste elegante, sensual y atractiva con ese vestido tan ajustadito conocido vulgarmente como pijama.

Pero para gustos los olores. Como el aroma que produce un gran conejo volador. No hermano señor, no será verdad, lo de Castellines no se puede comparar. Yo tengo una rana de juguete y también lo huele todo. La bauticé como Tinki Winki para tener presente tendencias homosexuales en esta mi humilde y tan poco incestuosa familia. Hemos sufrido tanto esta represión que me duele la quijotera solo de pensarlo. Y sí, por qué no, Castellines es como de la familia, principalmente porque no la puedo ni ver, pero yo no voy de simpático campechano disparando balas como si de pezones malhechores se tratara.

Y ya, para no entrar en más milongas sobre el capitán y el marinero, recapacito y pienso que no hay nada más importante que no buscar ser importante. Da la sensación de que Castellines encuentra la vida sin que nadie sepa que la busca. Me da igual, alguien se ha perdido y se ha ido a naufragar. Se buscan peces de colores debajo del mar. Nadie la puede ver, se sumerge en la profundidad. La dirige una mujer que se le parece y le dobla la edad. Y ése, solo ése, es el único pez por el que se deja guiar.

domingo, 17 de abril de 2011

Historias de diminutos y gigantes


 A la de tres nos escapamos




Una vez tuve una novia. “¿Una novia tú?” Vaya, qué graciosos son mis amigos. Pues sí. Me acuerdo del último día, estábamos los dos desnudos en aquella calle donde la gente va desnuda. ¿Que cuál es esa calle? Sí claro, a ti te lo voy a decir. La cuestión es que me dijo que tenía ganas de acostarse, y no, no era ninguna indirecta. Por eso se fue, porque tenía que dormir. Os parecerá una tontería, pero lo único en que pensé fue en cómo sería su pijama, o si dormiría así, como su mami la trajo al mundillo éste de la vida.

Para ser más concretos yo tengo dos amigos, y no, a éstos no me los tiré, más que nada porque a nadie dejo probar mi cama. “Quien quiera dormir contigo corre el riesgo de despertarse muerto”. Era lo que me solía decir mi madre, que en paz descanse. Y no es porque esté muerta, es que ahora la pillas durmiendo.

Y luego empecé a escribir un libro sobre sueños. Algo como que yo desaparezco de un portal cualquiera. Vamos a poner que lloraba, sí bueno, solo se trata de imaginar. En fin, que me voy llorando y de repente me giro, y llueve (bueno no, no llovía, pero así mola más). Llueve, me  giro y a lo lejos veo aquel viejo portal. Yo creía que me seguían y no me seguía ni Dios. Sí, Dios te sigue a todas partes, pero es mi libro y digo lo que me pasa por mis dedos traviesillos. Pensaba que me seguían, en las películas lo hubieran hecho, ¿y por qué en los libros no?

Aquella novia mía, y  a la vez de mis dos amigos (en compartir no hay quien me gane), se encerró en su castillo presa de sus sentimientos. Yo era rubio y alto, y guapo y fortachón. Modestia aparte, ¡qué coño! yo lo era y lo soy. Allí abajo empecé a chillar: “¡Princesa del castillo encantado, yo te rescataré! ¡Que no hay dragón que pueda hacerme daño!, ¡escápate conmigo! Me ahorré lo de que no me importaba que tuviera bigote ni que me molestaba su olor corporal, ni mucho menos que tuviera nombre de galleta drogadicta.

En fin, que ni libro ni pollas, mis dos amigos se enrollan entre ellos y eso es gracioso. Ya estoy mucho mejor, voy a empezar este relato de una vez. Disculpad mi lenguaje y mi grosería, al menos no os cuento que esta reflexión la escribo con una sola mano ya que con la otra estoy pensando en todos vosotros.  Un abrazo no recíproco y que alguien les dé un puto condón a mis dos amigos, anda.

Necesito dormir, tú puedes hacerlo también. Contando ovejas, todo el mundo lo dice, no puedes cambiarlo. Cierra los ojos y date la vuelta, lo dice todo el mundo, tú puedes cambiar.

Tengo sueño, aquí en las estrellas, y la luna conduce con cuidado. El agua calienta el dormitorio donde el sol quedó dormido. Accidente astral, quiero soñar, estoy en un escaparate, alguien grita: “Escápate”.

domingo, 10 de abril de 2011

EL ESPEJO AJENO 3

 Su balcón de madrugada

 "Con la piel de hielo y el corazón de fuego, buscando no solo calentar, sino llegar a quemar su cuerpo"


Caminaba entre la oscuridad a paso lento, haciendo el mínimo ruido posible. La noche agudizó su parpadear continuo hasta el balcón. Sonó en su reloj la madrugada por tercera vez, y de repente sus lágrimas se convirtieron en maremotos al impactar contra sus pies.

La simple brevedad, la única cuestión que importa, nunca jamás tendrán ese momento. Momento del que la noche fue testigo, una noche circulada por los pensamientos de la gente que soñaba, unos sueños que eternos duraron un segundo.

Aunque fue un gesto de dos, lo hizo solo, pasando su dedo pulgar por el rostro imaginario de ella, hasta morir en sus labios. Se acelera el corazón, la ciudad tiembla, y de repente sus latidos se convirtieron en terremotos al impactar contra su pecho.

Se refugiaba tras un whisky con hielo buscando la más inmediata soledad, donde ni el aire hablara de él. Desde allí pudo contemplar el universo. El mar estaba intranquilo, como quien se ahoga en su propio miedo y no sabe nadar; y las olas revestían el pasado olvidado por los que en algún momento pudieron  olvidar. Viviendo al lado del mar viajó a través del tiempo.

Y a pesar de su recuerdo, lo impredecible le resultó, como no, tristeliz. Una suave perversión recorrió todo su cuerpo hasta apoderarse de sus ojos. Y quedó ciego. Como él siempre había deseado, que siempre fuera de noche para que nunca nada fuera tan imprescindible como reírse de la vida en su balcón de madrugada.

viernes, 1 de abril de 2011

TERAPIA SÉPTIMA


Un zigzag con frenesí
 


 Es la claridad, o la oscuridad. Puedo ser un apretón de manos que da seguridad, o un tímido enamorado que mira al suelo. Puedo ser una mañana de una pascua primaveral, o la fría amenaza de la lluvia acechando una mierda de septiembre. Puedo ser la primera campanada de la medianoche, o la hora punta rutinaria del fin de una jodida jornada laboral.

Es el sexo, o el amor. Puedo ser el protagonista sobresaliente  en una orgía multirracial, o el muchacho que practica el aullido del lobo con una sola extremidad. Puedo ser un animal salvaje que devora y acaba devorado, o un cordero diminuto con ojos de agua dulce. Tal vez soy el típico chaval que anota en su libreta a la número 16, o tal vez su mejor amigo, aquél que al renovar  cartera extrae de ella un preservativo caducado. 

Es el mundo, o el inframundo. Puedo ser la flor de un jardín que puedes respirar, o un asmático pajillero reprimido. Puedo ser la infancia alegrando al personal, o un representante de un barrio marginal al que nadie jamás se acercará. Quizás soy un peligro constante en cuanto a ataques de risa se refiere, o quizás aquél que no se ríe, porque no sabe cómo hacerlo.

Esto es la guerra, o la paz. Puedo ser una bala disparada en la sien del padre de un niño iraquí, o el bohemio inconformista que acabó muerto en aquella manifestación tan pacifista. Puedo ser el plato vacío  de comida de la negrita más guapa de su país, o el desafortunado médico campechano  que pisó una mina y jamás volvió a vacunar. Algunos dicen que soy la inocente sangre derramada de un castrado palestino, o el Gandhi del siglo actual, alguien asesinado por un neófito holgazán.

Es mi vida, o la tuya. Puedo ser el egoísmo personificado de un vulgar empedernido que muere por matar, o el simbólico altruismo de un joven sonriente al verte amanecer. Puedo ser el orgullo y la tempestad, la codicia y el afán, o simplemente no ser, no estar, desaparecer, acompañado.  Acompáñame.

Yo debo ser  la claridad, el amor, el mundo, la paz. Que nos deben estar buscando, pero no nos gustan las guerras, ni el vacío al inframundo, os lo quiero recordar. Dejemos de ser la oscuridad, que a mí el sexo no me va, ni siquiera mi vida en particular. Yo debo ser del espacio sideral, de los que viven de tu risa, de los que acechan tu felicidad, de los que se mueren por poderte respirar. Yo debo ser yo, pero yo te escribo y yo decido. Yo debo ser tu vida.