viernes, 1 de abril de 2011

TERAPIA SÉPTIMA


Un zigzag con frenesí
 


 Es la claridad, o la oscuridad. Puedo ser un apretón de manos que da seguridad, o un tímido enamorado que mira al suelo. Puedo ser una mañana de una pascua primaveral, o la fría amenaza de la lluvia acechando una mierda de septiembre. Puedo ser la primera campanada de la medianoche, o la hora punta rutinaria del fin de una jodida jornada laboral.

Es el sexo, o el amor. Puedo ser el protagonista sobresaliente  en una orgía multirracial, o el muchacho que practica el aullido del lobo con una sola extremidad. Puedo ser un animal salvaje que devora y acaba devorado, o un cordero diminuto con ojos de agua dulce. Tal vez soy el típico chaval que anota en su libreta a la número 16, o tal vez su mejor amigo, aquél que al renovar  cartera extrae de ella un preservativo caducado. 

Es el mundo, o el inframundo. Puedo ser la flor de un jardín que puedes respirar, o un asmático pajillero reprimido. Puedo ser la infancia alegrando al personal, o un representante de un barrio marginal al que nadie jamás se acercará. Quizás soy un peligro constante en cuanto a ataques de risa se refiere, o quizás aquél que no se ríe, porque no sabe cómo hacerlo.

Esto es la guerra, o la paz. Puedo ser una bala disparada en la sien del padre de un niño iraquí, o el bohemio inconformista que acabó muerto en aquella manifestación tan pacifista. Puedo ser el plato vacío  de comida de la negrita más guapa de su país, o el desafortunado médico campechano  que pisó una mina y jamás volvió a vacunar. Algunos dicen que soy la inocente sangre derramada de un castrado palestino, o el Gandhi del siglo actual, alguien asesinado por un neófito holgazán.

Es mi vida, o la tuya. Puedo ser el egoísmo personificado de un vulgar empedernido que muere por matar, o el simbólico altruismo de un joven sonriente al verte amanecer. Puedo ser el orgullo y la tempestad, la codicia y el afán, o simplemente no ser, no estar, desaparecer, acompañado.  Acompáñame.

Yo debo ser  la claridad, el amor, el mundo, la paz. Que nos deben estar buscando, pero no nos gustan las guerras, ni el vacío al inframundo, os lo quiero recordar. Dejemos de ser la oscuridad, que a mí el sexo no me va, ni siquiera mi vida en particular. Yo debo ser del espacio sideral, de los que viven de tu risa, de los que acechan tu felicidad, de los que se mueren por poderte respirar. Yo debo ser yo, pero yo te escribo y yo decido. Yo debo ser tu vida.

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