domingo, 3 de julio de 2011

AMISTADES PELIGROSAS

Leila (Estrella estrellita)



Yo nunca había necesitado una amistad como la de Leila, y hoy día creo que sigo sin necesitarla. “Quedas excluida como persona grata de poder compartirme en tus secretos”.  Aunque la verdad es que la quería toda para mí, porque si compartir es vivir yo prefiero suicidarme.

Cuando me envió un mensaje telepático me desperté sobresaltado. Está en peligro, no le dejan ser libre, pensé. Le contesté inmediatamente de nuevo a través de esa unión que compartíamos los dos: “Toma mis manos, cierra los puños muy fuerte y grita a la de tres”.

Meses después sentí yo la adicción de estar respirando el único consuelo que me quedaba. “Me amputan parte del corazón”, le dije mientras lloraba graciosamente. Estábamos en un parque a las afueras y una mamá llevaba a su hijo en un carrito. El niño también lloraba, y mucho más fuerte que yo. Fue en ese preciso instante cuando me morí por un carrito.

Comprendí entonces que éramos iguales pero con distinto envoltorio. Dos personajes extraídos de su película favorita. Éramos una complementación impecable, la partida perfecta de un “tetris” hecho realidad. 

Pero no todo fueron buenos tiempos amigablemente hablando. A Leila la secuestraron los fantasmas y yo encontré otros colchones en los que pegar cabezazos a altas horas de la madrugada. ¿Qué iba a creer yo en la amistad? En todo caso debería creer en los fantasmas.  ¿Me escuchas Leila? ¿Estás ahí? Joder, ¿con quién jugaré ahora a ganarle la partida a la filofobia?

Eran cosas de la edad, pero si volviera le diría que hice nuevos amigos y que me enamoré de todos ellos. Aunque me han cortado las alas y no me dejan llegar a las estrellas.  Es decir, resulta que nadie cree en lo que tengo dentro. Y quien lo cree no le importa demasiado. Estrella, estrellita ¿sabes qué pasa?  Que las cosas que más me gustan siempre me hacen llorar.  

Lo último que supe de Leila es que volvió al viejo banco de los consuelos tontos. Se había escapado de su casa con lo puesto y poco más. Ojos de hielo, alrededor de lo que alcanza su vista sabe que no existe nada más. Seguía sin poder ser libre y se comunicó conmigo. “Toma mis manos, tómalas”.

Yo lo único que necesitaba era una amistad como la de Leila, y hoy día creo que sigo necesitándola. “Nunca más vuelves a quedar excluida de compartirme en tus secretos”. Sigo con el corazón amputado: Estrella, estrellita, ¿volverás?  No me canso de repetirlo: Toma mis manos, tómalas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario