martes, 28 de mayo de 2013

BOTELLÍN EN MANO

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Algunas veces creo que no te quiero porque evito verte en las noches de lujuria y esto está lleno de mujeres y María me dice que no las mire, que siempre estoy igual y ya empieza con sus enfados de niña adolescente y ahora son todas las que se giran a mirarme al escuchar sus gritos y me abochorno. Tú y yo no tenemos mucho en común, quizás que vivimos frente al mar y que nos encantan las albóndigas que cocina tu abuela, pero poco más.

No me importa porque ahora lo único que quiero es desaparecer de este antro donde bebo cerveza con los amigos intelectuales de María que me miran extrañados y me preguntan por Dostoievski, Tolstoi y demás escritores de época, y yo odio tanta pregunta porque esta no es mi vida y la cerveza ya comienza a calentarse.

Pero no todo lo que rodea a María es malo. Es tan buena que siempre prepara tarta de queso en mis días grises y piensa que ella y yo somos uno. Lo cierto, amiga, es que al igual que las albóndigas de tu abuela,  la tarta de queso y yo sí que somos uno.

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