domingo, 8 de mayo de 2011

AMISTADES PELIGROSAS

Abertis



Recuerdo cuando estábamos allí, donde todo el mundo sueña con estar alguna vez. Era un sitio divertido, la música era femenina y el ron se servía con limón. Christinita tocaba lentamente su “Eva enamorada” en aquel lugar tan cercano a la playa; yo le cogí a Abertis por el hombro y le canté al oído que yo debía desaparecer, simplemente porque no había nada que esconder. 

Nunca me importó que se encaprichara de lo más idiota. Además, él mismo era idiota. Pero esto nunca se lo digáis; es divertido, confiado y huele a madrugada mareada por culpa del alcohol. A Abertis le vino todo muy deprisa, por eso la facilidad de poder manipularlo era un orgasmo personal a la vista de cualquier mente demente, como la de un fetichista servidor.

No me incomodaba que se metiera en mi cama más tarde de las diez. Estaba quebrado por su propia confusión  y no sabía qué hacer: si publicitarse al mundo como un estúpido gilipollas o dejarse engañar  por la más mínima piel que le propusieran falsamente conquistar.

Abertis soñaba con rozar el cielo y parar el tiempo. Y Christinita seguía sonando en su habitación, mientras delante del espejo se consumía abatido por su mano. Su tristeza en el balcón, y Castellines que le llama “Amor”, pero nadie lo quiere, es como un pequeño ruiseñor herido por la guerra, y se quiebra despacito, mientras alguna que otra chica bebe de la sed de un Abertis que se desvanece ante los aullidos de la gente.

Descubrió que el amor es temporal cuando nunca fue capaz de enamorarse. Ellas eran guapas, delgaditas y morenas, pero no sabían volar, y a la hora del despegue no había nadie que fuera capaz de acompañarlo. Y cuando se siente solo comienza lo peor. Se desnuda y se acurruca mordisqueándose las rodillas. Se balancea y susurra: “Que alguien llegue hasta aquí por favor, que alguien llegue os lo suplico”, mientras su rostro se humedece por unas lágrimas que aún nadie ha sido capaz de contemplar.

Abertis no tenía prisa por crecer, o eso  se palpaba en el aire de la calle. Podía tratarse de un farol, pero la verdad es que nunca tuvo las de perder. Desconozco si le gustaba el Martini, y no sé nada de su sexo anal. Y es que por mucho que se pusieran a comentar, él se manifestaba enseñándole el culo a los demás. Todos tienen cara de culo supongo, y nunca quiso ser menos en el mundo éste de los curiosos y gigantes ojales catastróficos.

Y volvemos a viajar al lugar de la música del color del arcoíris, Christinita espéranos, pronto perderemos el control. Hacía sol y no recuerdo un día mejor. Éramos dos vidas que por mucho que acabaran seguirían siendo eternas. Y corremos, ¿dónde vamos? Nos perdemos. Importará poco el lugar, el tiempo o la distancia; porque nuestras tonterías serán lo principal. Nos han tomado por tontos, y nos encanta serlo. Tonto tú, tonto yo. La risa se contagia al resto de la humanidad, y eso me gusta. ¿Te das cuenta Abertis? ¡Somos los más tontos que existen sobre la faz de la tierra!

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