lunes, 20 de diciembre de 2010

NOSTÁLGICOS ANTECEDENTES

De calvorotas malolientes

                                                  
        "Un vídeo vale más que mil relatos"



¿Por qué huele así? Pasillos interminables con habitaciones pares a la derecha e impares a la izquierda. Entre la 249 y la 251 una salita de espera. Sentarse es caer rendido, es aceptar tu condición de desgraciado. Se piensa por qué no vendrá Nicole Kidman a perfumar este antro. Luego te das cuenta de que ni el mismo Chanel nº5 sería capaz de llevarse este olor a sangre coagulada.

Entrar es de valientes, respirar es de héroes, quedarse es un peligro. Del revistero de la salita coges la “Diez minutos” y matas el tiempo. ¿A quién le puede interesar el divorcio de un torero en estas circunstancias? Luego maldices no encontrar la “Interviú”.

Echas un vistazo por la ventana. Los niños juegan en el colegio corriendo detrás de un balón. Te preguntas por qué a ti y no a ellos. Te ríes cuando mirándote al espejo piensas que ha sido obra de Dios que quiere desprenderse de tal feto humano. Te ríes más cuando piensas que incluso estás creyendo en Dios.

El hilo musical en la salita es excepcional: "Esta música anima hasta un muerto". Te llaman la atención por tal frasecita tabú y les haces un gestito con los dedos: "Era irónico, con esta musiquita yo también me moriría". 

 En la 257 recogen el cabello de un señor al que le han dejado tan calvo que no sabes dónde acaba su frente. Imaginas que ese pelo se utilizará para futuros microinjertos, los cuales a ti te vendrán como flor al capullo.

Pero qué tendrá ese olor que te atrae como dedo a orificio. Y no eres capaz de disimular dicha atracción y las enfermeras se preguntan por qué no sales de una vez del servicio. Incluso las invitas a entrar, y jugar con ellas a los médicos. "Mi sueño es que me practiquen felaciones en la puta salita de espera".

Y es que aún no lo sabes, no sabes lo que es besar, correr sin cojear, patinar sobre hielo, vivir sin vomitar. Y lo que más echas de menos, preocuparte por tu peinado, por los calzoncillos a juego con la camiseta, por el pivón de la clase de al lado, por la enésima espinilla en tu piel.

¿Puede haber algo peor que un grano? ¡Maldita espinilla me dan ganas de morirme!

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