sábado, 19 de mayo de 2012

Historias de diminutos y gigantes (XV)

CONOCÍ A MAR EN UN LAND ROVER (EL DÍA QUE DESCONOCÍ A TOTÓ)

Esto está presentado como obra de ficción, y no se dedica a nadie


 -Otra copa, por favor.

Me la sirvieron, me di la vuelta y allí no había nadie. Solo mariquitas y heterosexuales reprimidos. Pobres. Salí de la discoteca y recorrí con más pena que gloria las sucias calles de Valencia. Me senté en un banco frente a la Malvarrosa y encendí un cigarrillo. Aspiré. Suspiré. Miré el Land Rover que tenía enfrente a escasos metros. “Joder, si es el coche de Totó”, y me acerqué a saludarlo.

-¡Totó, fiel amigo! ¿Cómo es que me habéis dejado solo? Eh… espera, un momento. ¿Quién es esa que está sentada ahí a tu lado?

Caminé hasta la puerta del copiloto, la abrí y me senté al lado de la chica.

    -Hola, ¿cómo te llamas bonita?

       - Mar, me llamo Mar.

    -¿Qué tal Mar? Yo me llamo Rai. ¿Vienes mucho por este coche?

    -Jiji, jiji, jijiiiiiii. Esta es la primera vez.

       -Lárgate Rai, déjanos solos. –dijo Totó.

Bueno no, no dijo nada, pero me miró desafiante, echándome del coche con un solo movimiento de ojos. Le ignoré por completo.

-¿Quieres un cigarrillo nena?

     -No, Rai, amigo. No fumo.

¿Qué por qué no quise dejarles solos? Estaba borracho y solo. Además, horas antes Ana había apartado su boca de la mía antes de que pudiera llegar a besarla. “Oye Rai, ya sabes que lo nuestro ha terminado, aunque la verdad es que nunca llegamos a tener nada, encanto” fueron las palabras de Ana. Mi ex Ana.

A lo que vamos, que Totó era un idiota integral. Prefería estar con aquella mujerzuela de pacotilla llamada Mar antes que con un amigo desolado. ¡TOTÓ ME LAS PAGARÁS! Al final bajé del coche por decisión propia y me fui a la playa. El ignorante de mi ex amigo pensaba que le quería robar a la chica, seguro. Yo, que lo único que quería robarle a él eran unos minutos de su tiempo para bebernos otra copa.

En la playa encendí de nuevo un cigarrillo. Detrás de unas hamacas descubrí a Ana practicando el sexo más raro que he visto en mi vida con uno de los heterosexuales reprimidos de la discoteca. Miré al cielo y me acordé de mi hermano Joan, vencido por la leucemia. Me desvestí, doblé mi ropa con cuidado y me metí dentro del agua. Allí en las hamacas Ana continuaba envistiendo a aquel tipo con los dedos dentro de su pudoroso recto. Pensé que lo mejor sería nadar un rato. Otra vez me acordé de Joan y me sumergí por completo en el mar.

Mar, precioso nombre. Inmenso y bello el mar, mas no tan inmenso como el cielo. Y yo, tan insignificante, me sumergí de nuevo en el agua.

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