jueves, 14 de junio de 2012

Historias de diminutos y gigantes II (R)

 Las líneas blancas de la calle

"Para que algo sea imprescindible debe de estar muerto, para que sea impredecible debe de resucitar"


 Estaba yo recordando a la chica de anoche y cómo me besaba haciendome una limpieza dental con su lengua, mientras yo con la mía intentaba tocarme la puntita de la nariz, para matar el tiempo más que nada. Luego intenté tocarme el culo con el codo, pero resultó imposible. Recuerdo que me decía cosas como: “Hazme tuya”. Yo dejé de hacer el tonto con mi trasero y recapacité. ¿Cómo que la hiciera mía? ¿Tendría yo poderes? ¿Podría practicar la compra-venta con su cuerpo y su cabeza? Aunque de la cabeza poco sacaríamos, fíjate tú.

No le presté más importancia y me propuse comerme las uñas mientras ella proseguía con la limpieza de mis encías. Pero la alegría duró poco porque, sin ton ni son, volvió a hablarme: “Te voy a dejar loco”. Pues menudo mérito, pensé.

Nada me sorprendía ya, las mismas personas con sus mismas frases, y yo aquí jugando a no pisar las líneas blancas de la calle para querernos para siempre. ¡Ya lo tengo! Mientras nuestras lenguas revolotean anárquicamente, podríamos chillar. Ser libres, curiosos y gigantes. Y ahí fue cuando mi compañera de lenguaje me piropeó de tal manera que se ganó el cielo: “La verdad es que eres un tanto rarito”. Se sacó un cigarro y escupió extrañada una uña que se habría traspasado de mi boca a la suya. 

Después de que la temperatura corporal del ambiente se redujera al no encontrar ella donde no había, me apetecía un abrazo de algún amigo de los pocos que me quedaban. La traición había estado presente últimamente: nunca te fíes de quien no cree en la amistad. En fin, que me quedé solo y comencé a soñar. Allí estaba yo, luchando contra todos los que algún día se rieron de la esencia de mis amigos. Al final acabo salvándolos, pero muero en manos del malvado. Y por muchos homenajes que me hicieran todos aquellos a los que salvé, el sueño se había convertido en pesadilla.

¿Siempre consigues lo que te propones? Y si no, me vuelvo idiota. Que se lo digan a la chica “tristeliz” a ver qué opina. Y cuando sonrío acaba de amanecer en el planeta. Y cuando lloro os estoy tomando el pelo. Tantos libros que escribir y las musas me parecen ciegas. Alguien me obligó a pensar que para que algo sea imprescindible debe de estar muerto, y para que sea impredecible debe de resucitar.

Nos hemos quedado igual: vacíos y sumergidos en las mentiras de la felicidad. Dejemos de fingir y hagamos el amor. Voy a la playa y me desnudo, aquí te espero con la bandera a media asta. No tengas prisa, no me pienso ir hasta que se estropee el amanecer de mi rostro. No tengas prisa chica “tristeliz”, no vaya a ser que acabes pisando las líneas blancas de la calle.

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