sábado, 25 de febrero de 2012

Personajes referentes de la vida de un ratón (II)


La niña de la clase de primaria:  Versos a la salida del colegio


“De rostro abombado y tez suave, la niña de la clase de primaria camina lentamente mostrando al universo su sonrisa constante y unos ojos que se rasgan de forma involuntaria. Figurante de mirada alegre y nariz arreplegada viste sencilla entre andares que enamoran y  su vocecilla apacible y sosegada  tararea una vieja canción.

De carnosos labios suculentos que todavía no probé camina hacia la escuela en otra tarde calurosa donde el sol radiante ilumina cada una de las esquinas de su piel.  Le cuelga el bolso a la derecha y la melena hacia la izquierda para sentirse compensada, para repartir cada detalle que la rodea con la máxima precisión.

De latentes sentimientos reales e ideas preconcebidas se siente diferenciada del prototipo de enjuta mujer de prosa fácil y ebria filosofía. Caracterizada por los lunares diversos de su cara concluye su jornada escolar a las cuatro y media. Le escribo, mientras, estas líneas a su espera un miércoles cualquiera de un cierto mes invernal. Mi bolígrafo tiñe de color el aspecto vivaracho con el que la niña de la clase de primaria me recibe en cada cita perdida.

De respirar profundo y perseverancia delicada mantiene la compostura de quien se ve superada por la susceptibilidad que acarrea en sus entrañas. La niña de la clase de primaria ya no es tan niña y se entromete despacito en el mundo de los besos y el dolor. Se me escapa de las manos ese aspecto tan minúsculo de que ya comparte cama con, quizás, otros compañeros de recreo. Pero lejos de importarme, no le muestro interés alguno, pues no es a ellos a los que escribo versos en las tardes de colegio.

Es mi impotencia de chiquillo la que me lleva a la nostalgia más romántica posible. Mi pena  adolescente la que me convierte en cautivo de cada uno de sus movimientos. Mi vida soñadora la que me lleva a volar sobre el aliento de estos versos”

 .                    .                        .

Encontré los manuscritos desordenados del artista años después de su muerte. En ninguno de ellos figuraba el nombre de la niña protagonista, aunque dejó entrever las tres sílabas posibles escondidas entre tres palabras abismales: ternura, estabilidad y afecto.

Me preguntaron los lectores si la niña de la clase de primaria llegó a leer alguna vez las líneas que les acabo de recitar. Me preguntaron por el final, si era feliz o desdichado. Pero es posible que el encanto resida en no saber nada más, en creer que el resto de la historia no fue escrita porque tanto amor no cabía en un trozo de papel.  Es sin duda esa, amigos, la magia del escritor.

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