El silencio
Ninguno de los dos era sincero,
pero lo ocultamos y ambos aceptábamos, de antemano, la situación. Aunque la
mayoría de las veces callábamos. Nos bastaba con mirarnos y querernos con misterio.
Para nada nos importaban los silencios. Estábamos juntos y era suficiente.
Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellos momentos sin palabras,
aquellas miradas sin ideas, sin esperar grandes cosas de la vida; las que eran sencillamente la felicidad. Yo
buscaba en mi cabeza temas de conversación que pudieran interesarle, pero me
sucedía lo mismo que ante un papel en blanco: no se me ocurría nada. A mayor empeño, era mayor mi ofuscación. Se lo expliqué una mañana que, como de
costumbre, paseábamos cogidos de la mano. "¿Qué vamos a decirnos? Me siento
feliz así", respondió ella.
Estas fet un artista!!
ResponderEliminarGracias!! pero pseudoartista en todo caso ;)
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