EL HIELO ARDIENTE
DEL BESO CONGELADO
La
conocí mucho antes de que ella lo supiera. Siempre pedía whisky con hielo. La
quise el día en que me conoció. Nunca pensaba en el futuro. Me enamoré cuando
empezamos a besarnos.
Nos
imaginé entonces en su cama fabricando las mañanas. Sonaba esa canción en la
que aquel tipo no se atrevía a decir “te quiero” por miedo a que algo cambiara.
Ella simplemente quiso rellenar su vaso. A mí me daba igual esa maldita
canción.
- Te quiero.
- ¿Qué? – se asustó.
Rectifiqué.
- Que te he pedido hielo.
- ¿Más hielo por qué?
- Porque quiero congelar este momento todo lo posible.
Me miró
con extrañeza, pero siguió masticando mi lengua en su garganta. No dejamos de
besarnos. No dejamos de besarnos, hasta que el hielo, muy a mi pesar, se derritió.
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