Pajarico Somewhere y las bellotas de la Ardilla
Tras el
cielo azul nace una estrella fugaz eclipsada a su paso por un animalito que a
lo lejos no parece el minúsculo pajarico que es. Volando hacia ningún lugar,
Pajarico Somewhere hace honor a su nombre y entre bostezos ve el amanecer desde
la rama más alta del árbol que aguarda su pequeño nido.
Tiene
miedo de la caza de aves, de la mirada furtiva de los cazadores y de la lluvia
cuando empaña sus pupilas. Se le oye piar como un alegre ruiseñor por las
mañanas. Tiene frío y sin apenas inmutarse me despierta para que sea yo quien
la bese antes de la despedida.
En aquel
árbol tan inmenso se encuentra la guarida de una ardilla diminuta que en su
afán por recolectar bellotas, ya son veinte las que esconde encerradas bajo
llave en el rinconcito más profundo de su corazón.
Pajarico
Somewhere ondea su melena al viento en un nuevo intento por sobrevolar los
alrededores de su hogar. Es tan frágil que es difícil imaginar lo bien que
mantiene la compostura. No concede regalos ni acepta piropos mal pagados.
En
escena aparece la ardilla diminuta, que reclutando aparte sus veinte bellotas,
le promete al pajarico que todas las demás que estén por venir, las compartirá
tan gratamente con ella, para así mudarse a lo más alto del árbol donde poder
contemplar el contraste entre el verde de los prados y el dorado de su pelo.
Pajarico
Somewhere vuelve al nido al mismo tiempo que la noche se difumina tras sus
cabellos bañados en oro. Camina despacio y sonríe con cuidado. Pajarico
Somewhere no se enamora, pero vuelve a morder sus uñas por el nerviosismo que
le produce esa alegre mariposa que revolotea por su tripa.
“Pío,
pío”, le dice el hermoso pajarico. “Yo te pío más”, contesta la ardillita. Y se
funden en un cálido beso mientras el sol se posa tras las montañas. El día
llega a su fin y Pajarico Somewhere emprende de nuevo su vuelo hacia ningún
lugar. Las ardillitas sí que se enamoran. Más allá del concepto amor. Más allá
de cualquier otra cosa. Es la hora de ponerse la chaqueta y contar. En el cielo
brilla un pajarico y ya son veinte las
bellotas para esta delgada ardilla.
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