El perroflauta
- ¿Qué haces así vestido como si fueras un perroflauta?
- ¿Cómo? Voy vestido como siempre, ¿o es que no lo ves?
- Por favor, mírate. Esas pintas… Que pareces un saco de
patatas con ese pantalón…
- Estos pantalones son nuevos y me quedan geniales. Si te das
cuenta van a juego con mi boina.
- Así no me gustas nada. Seguro que no te has duchado en días.
- ¡Qué va! Me duché anoche. Luego he pasado la mañana en la plaza
y aquí estoy.
- ¿En la plaza? Eso está lleno de malolientes y repleto de
cucarachas. ¿No te has dado cuenta? Toda esa gente va con sus “raftas”
ensuciando la ciudad.
- Yo no llevo esas “raftas” como tú dices y me gusta estar en
la plaza. Y como yo muchísima gente más, con rastas o sin ellas.
- Lo tuyo es una moda pasajera, ya verás. Es mero capricho de
jóvenes como tú. Os creéis que todo en esta vida es un regalo y en vez de
trabajar con el sudor de vuestra frente, os sentáis en una plaza como si
fuerais asnos hambrientos.
- Cuando me he pasado esta mañana por allí quedaba poca gente…
- Claro, se cansan de no hacer nada.
- No, muchos de ellos habían madrugado para ir al trabajo y
hasta la una de la tarde no han aparecido.
- Sois unos antisistema, eso es lo que sois.
- Somos lo que somos. No vamos contra nadie en particular,
pero energúmenos hay en todas partes.
- Sigo sin entenderte, la solución no es esa. A los problemas
se les planta cara a base de esfuerzo. Y ahora haz el favor de quitarte esos
pantalones.
- Claro que sí. Enseguida.
- ¡Noooo! Te prefiero con pantalones que en calzoncillos, por
Dios.
- ¿Ves como hay cosas peores que estos simples pantalones?
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