CONOCÍ A MAR EN UN LAND ROVER (EL DÍA QUE DESCONOCÍ A TOTÓ)
Esto está presentado como obra de ficción, y no se dedica a nadie
Me la sirvieron, me di la vuelta y allí no había nadie. Solo
mariquitas y heterosexuales reprimidos. Pobres. Salí de la discoteca y recorrí
con más pena que gloria las sucias calles de Valencia. Me senté en un banco
frente a la Malvarrosa y encendí un cigarrillo. Aspiré. Suspiré. Miré el Land
Rover que tenía enfrente a escasos metros. “Joder, si es el coche de Totó”, y
me acerqué a saludarlo.
-¡Totó, fiel amigo! ¿Cómo es que me habéis dejado solo? Eh… espera, un momento. ¿Quién es esa que está sentada ahí a tu lado?
-¡Totó, fiel amigo! ¿Cómo es que me habéis dejado solo? Eh… espera, un momento. ¿Quién es esa que está sentada ahí a tu lado?
Caminé hasta la puerta del copiloto, la abrí y me senté al
lado de la chica.
-Hola, ¿cómo te llamas bonita?
- Mar, me llamo Mar.
-¿Qué tal Mar? Yo me llamo Rai. ¿Vienes
mucho por este coche?
-Jiji, jiji, jijiiiiiii. Esta es la primera vez.
-Lárgate Rai, déjanos solos. –dijo Totó.
Bueno no, no dijo nada, pero me miró desafiante, echándome
del coche con un solo movimiento de ojos. Le ignoré por completo.
-¿Quieres un cigarrillo nena?
-¿Quieres un cigarrillo nena?
-No, Rai, amigo. No fumo.
¿Qué por qué no quise dejarles solos? Estaba borracho y
solo. Además, horas antes Ana había apartado su boca de la mía antes de que
pudiera llegar a besarla. “Oye Rai, ya sabes que lo nuestro ha terminado,
aunque la verdad es que nunca llegamos a tener nada, encanto” fueron las palabras
de Ana. Mi ex Ana.
A lo que vamos, que Totó era un idiota integral. Prefería
estar con aquella mujerzuela de pacotilla llamada Mar antes que con un amigo
desolado. ¡TOTÓ ME LAS PAGARÁS! Al final bajé del coche por decisión propia y
me fui a la playa. El ignorante de mi ex amigo pensaba que le quería robar a la
chica, seguro. Yo, que lo único que quería robarle a él eran unos minutos de su
tiempo para bebernos otra copa.
En la playa encendí de nuevo un cigarrillo. Detrás de unas
hamacas descubrí a Ana practicando el sexo más raro que he visto en mi vida con
uno de los heterosexuales reprimidos de la discoteca. Miré al cielo y me acordé
de mi hermano Joan, vencido por la leucemia. Me desvestí, doblé mi ropa con
cuidado y me metí dentro del agua. Allí en las hamacas Ana continuaba
envistiendo a aquel tipo con los dedos dentro de su pudoroso recto. Pensé que
lo mejor sería nadar un rato. Otra vez me acordé de Joan y me sumergí por
completo en el mar.
Mar, precioso nombre. Inmenso y bello el mar, mas no tan
inmenso como el cielo. Y yo, tan insignificante, me sumergí de nuevo en el agua.
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