domingo, 11 de septiembre de 2011

REFLEXIONES SOBRE UN DÍA DE MIERDA I


EL DOMINGO NO ESTÁ HECHO PARA TODO EL MUNDO



Frescura, frescura y tranquilidad. Domingo por la mañana, uno de esos en los que tu equipo ya jugó el partido ayer y hoy el fútbol te importa prácticamente una mierda. Y en esas que sales a la terraza y te animas: “Venga va, vamos a coger la bicicleta”. 

El día ha amanecido impecable para los vivos, pero aquellos que aún se despendolan en frente de las discotecas no saben que hoy brilla el sol. Y mientras todos van conduciendo el Audi de papá, yo pedaleo sin cesar mi velocípedo Torrot, una joya prehistórica de cuando las guerras enfrentaban a los vecinos de un mismo país.

 Como de costumbre Torrot sufre una avería y estaciono delante de la churrería. Allí los hay que padecen de insomnio y aún no se han podido acostar, pero ahí están, desayunando croissant con birra para amenizar el estómago.  A todo esto un señor muy amable me arregla la Torrot y me ofrece su churro. Mejor prosigo mi camino.

Y  es que la verdad que lo que más desea uno cuando es domingo es almorzar en el bar de la esquina, ese que tiene un patio donde los niños juegan en los mismos columpios donde ayer Manolo celebró su soltería con la fresca de Vanessa. 

Lo dicho, las nubes ya no quieren levantarse y los días fríos no acaban de llegar pese al desnudo inmediato de los árboles en este nuevo mes.  Y encima la brisa marina levanta mi flequillo a la vez que me airea las axilas. 

Paro a descansar frente al quiosco y le hago una perdida a la chica que me gusta. Instantes después da la casualidad de que la veo pasar con los tacones en la mano y un chico como compañía. Este Manolo es un cabrón. 

En fin, que compro el periódico y gracias a Dios, entre tanto nombre, el mío no aparece en las esquelas. El amor no es lo que piensas, y a lo mejor el domingo no está hecho para todo el mundo.

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