En su dormitorio, nuestro mundo es siempre mucho más intenso.
_ Oye, Mario, si no estuviéramos juntos, ¿con qué amiga mía te
gustaría acostarte?
_ Laura, ¿te parece normal preguntarme esto a las tres de la mañana?
_ ¡Va! Es que no puedo dormir. ¡Contesta! ¡Contesta! ¡Contesta!
_ Está bien, está bien. Pero deja de sacudirme, que no me quiero
desvelar.
_ ¡Contesta!
_ Pues no sé, Laura, ni me lo había planteado. Con ninguna,
imagino, yo solo querría estar contigo.
_ ¿De verdad? Qué mono eres, Mario.
_ ¡Te tengo dicho que no me llames mono! Me fastidia bastante, ya lo
sabes. Va, buenas noches.
_ Te llamo como quiero, idiota. Anda, buenas noches.
_ Buenas noches, Laura.
_ Aunque yo si no estuviera contigo, creo que me apetecería
acostarme con Gastón.
_ ¿Con mi compañero de piso? ¿Pero qué dices? Pues nada, chica,
no sé a qué esperas para irte con él y dejarme. Todo tuyo.
_
De verdad que te pones de un tonto cuando quieres… Solo es un
suponer, no te he dicho que lo quisiera hacer. De verdad, Mario,
qué borde te pones cuando tienes sueño. ¡Idiota!
_ ¿Sueño? ¡Pero cómo narices no voy a tener sueño si son las
tres y cuarto de la mañana!
_ No me chilles, Mario. No, si es que ya me lo dijeron en su día:
“Ese chico es un auténtico capullo, lo único bueno que tiene es
que escribe”.
_ ¿Ahora escribir es algo bueno? Laura, no seas boba. Hitler
escribía. ¿Eso lo convierte en alguien bueno?
_ Supongo que Hitler era bueno en lo suyo.
_ Lo que me faltaba por oír. Ahora resulta que Hitler era una
hermanita de la caridad.
_ ¡Yo no he dicho eso! Solo digo que era bueno en lo que hacía,
pero para nada estoy defendiendo sus actos.
_ ¡Joder! No me voy a poner a debatir sobre la moralidad de Hitler a
las tres y media de la mañana.
_ Que sí, que sí. Que ya te dejo en paz. Que descanses.
De repente empieza a escucharse el ruido de las primeras gotas de
lluvia impactando contra la persiana del dormitorio. El sonido es
titubeante y poco a poco el ritmo de cada impacto va acelerándose y
el tremendo diluvio no tarda en caer.
_ Genial, Mario. Ahora empieza a llover. ¿Estarás contento, no?
_ ¿Y yo por qué tendría que estar contento?
_ Siempre que discutimos empieza a llover.
_ Como el día aquel en el que me despertaste
haciéndome cosquillas en los pies y te lancé un cojín a la cara
¡Te pusiste como una furia, Laura! Menuda discusión tuvimos.
_ Sí. ¡Y menudo diluvio universal cayó!
_ La verdad es que siempre estamos discutiendo.
_ Cierto. No sé cómo te las ingenias, guapo, pero siempre me haces
enfadar.
_ ¿Yo? ¡Yo no soy el que se quiere acostar con Gastón!
_ No he dicho que quiera hacerlo. ¡Era solo una hipótesis!
_ Odio tus hipótesis, es lo que más odio de ti.
_ ¿Así? ¿Y se puede saber qué más odias de mí?
_ ¿Que qué más odio? Pues esa maldita manía tuya de decir que
esto no es más que una relación pasajera.
_ Mario, nunca llegaremos a querernos. No somos como las personas
normales, estamos hechos en mundos diferentes.
_
Por eso no te preocupes, Laura.
Yo te odio más de lo que te quiero. Odio
las posturas que pones al dormir, que tires de la sábana y me claves
los codos en la cara.
_ ¡Joder! Yo también odio eso de mí. Al despertar me levanto con
arañazos que yo misma me provoco. Seguramente sea por las pesadillas
que tengo contigo.
_ ¿Conque pesadillas, eh? ¡Pues también odio que hables en sueños
y acabes por despertarme!
_ Eso… ¿Eso también odias de mí?
_ Bueno, eso… para ser sincero… eso me gusta. Es divertido.
_ Debe de ser lo único que tenemos en común, Mario. Los dos somos
divertidos. En fin, será mejor que nos durmamos ya.
_ Buenas noches, Laura. Que descanses.
_ ¡Hay que ver qué mono eres, Mario! Anda, buenas noches.
(Una hora después)
_ ¡Mario, Mario! ¡Corre, despierta, vamos!
_ ¿Qué… qué narices pasa, Laura? ¡Deja de tocarme los pies!
_ ¡Calla y mira por la ventana! Ha salido el arco iris. ¡Dios mío!
¡Ha dejado de llover y ha salido el arco iris!
_ ¿Y qué? ¿Eso es motivo para que me despiertes a las seis y
cuarto de la mañana?
_ ¡Nunca entiendes nada! ¡Tenemos que salir a la calle y disfrutar!
Nunca sabemos cuándo volveremos a discutir ni por qué razón, y al
hacerlo ¡volverá a llover! ¿No te das cuenta, Mario? Es nuestra
oportunidad. Quizás no volvamos a ver el arco iris. Venga, vístete,
el buen tiempo nos espera.
_ ¡Está bien, está bien! ¡No puedo ir más deprisa! ¡Dios mío,
ya lo veo! El arco iris… ¡Qué precioso está!
_ ¿Y has visto lo inmenso que es? ¡Corre, Mario, ya estoy en el
portal!
_ Sí, Laura, corre, ¡es tan inmenso que casi lo podemos tocar!
_ ¡Qué feliz soy! ¡Qué feliz soy! Mario, prométeme que algún
día escribirás sobre esto.
_ ¡Dios Santo, Laura! ¡Cuánto corres! ¡Me cuesta llegar a
alcanzarte!
_ ¡Venga, Mario! ¡Date prisa! ¡El arco iris siempre dura tan poco!
¡Tan poco!
_ Y tan poco. Y tan poco…
En mi cabeza, nuestra vida es siempre mucho más intensa.