lunes, 26 de agosto de 2013

Chica apoyada en pared fuma



Llego tarde a cualquier lugar, andando a paso lento, pensando en las miradas vacías, en los amigos perdidos, en las chicas de Madrid; y a lo lejos, posada sobre la pared de un arruinado bar, una mujer rubia destila humo de su cigarrillo. La conozco de vista, pero no caigo en la cuenta hasta que la sobrepaso. Entonces no hay saludo, hay transformación. Comienzo a acariciar el humo sobresaliente de su boca que se pierde en el minúsculo infinito. Levito y persigo con los labios la nicotina esparcida por el aire que respira. Ella debe de trabajar en el bar, ha salido a relajarse, su expresión es la de una bella mujer rota, pero solo es cansancio, seguro. No sé si ella me ha visto, si me ha reconocido, si también se ha transformado. He descubierto un trozo de vida en una ciudad podrida, y mientras sigo caminando escribo mentalmente estas palabras y las miradas vuelven a ser profundas, los amigos vienen a mí; ya no hay chicas de Madrid. 

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