Gracia, de la Grecia desgraciada
"Sentirme mudo es como estar desnudo, sentirme mudo me hizo reaccionar" La Raíz
Cuando
Gracia nació el mundo se paralizó, y para su padre fue un momento clave porque
la bolsa no paraba de subir. En los primeros días de vida del pequeño bebé se
firmaron 28 pactos de tregua, uno por cada guerra activa que había en aquel
momento. El día de su primer cumpleaños se acordó concederle al país fiesta
nacional todos los 15 de junio, en
homenaje a un nacimiento que eclipsó hasta el paraíso.
.
Gracia
fue haciéndose mayor y adquiriendo mayor influencia sobre todo aquel que la
idolatraba. Era como una bendición para el Estado, tanta que el gobierno de turno
se dio cuenta de ello e instauró un Paseo con su nombre en cada ciudad. Ello
avivó a todo vecino a querer comprar una vivienda lo más cerca posible de un
Paseo de Gracia en el cual ya se habían instaurado los mejores comercios a
nivel internacional. Fue entonces cuando los especuladores emergieron de debajo
de las piedras y encarecieron los hogares jugando con las ilusiones de una
gente engraciada por la figura de una niña.
Aún
recuerdo cuando al padre de Gracia le dio un infarto que a punto estuvo de
acabar con él. Resulta que su pobre hija de 18 años había roto con el novio, un
alemán aburguesado que vivía la política muy de cerca; y como consecuencia, el
desplome de la bolsa fue tan descomunal que hasta aquel día nunca se había
vivido otro parecido. “La crisis de la edad del pavo”, se comentaba por ahí, “De
esta no salimos, la niña lo está pasando muy mal”, pensaban otros.
Y aquí
fue cuando el Gobierno, en un afán de recuperar la economía y las esperanzas de
todo ciudadano, optó por cambiar el nombre del país por uno semejante a “Gracia”,
pero cambiando alguna letra, para que tampoco recayera todo el peso de la
sostenibilidad de un Estado en una sola persona. Fue así como nació Grecia. “Esto
es obra de la ‘gracia’ de Dios”, se autoconvencían los más místicos. “Esto no
supone ningún cambio, estamos condenados a la desgracia”, criticaban por otra
parte los escépticos.
Pero la
sociedad había cambiado, la gente consumía más porque radiaba de felicidad y el
endeudarse hasta las cejas parecía un mal menor. La bolsa no paraba de subir y
el padre de Gracia se había injertado pelo. Pese a ello, a la chica se le veía
poco por las calles y no se le había vuelto a emparejar con ningún otro mozo.
Pasaban
los años para todos, y para Gracia no iba a ser menos. No se había casado y
carecía de descendencia. Eso sí, había practicado mucho sexo, sobre todo con
portugueses e irlandeses, a veces
incluso con las dos nacionalidades a la vez. Pero la edad le pesaba tanto que
cuando cayó enferma no hubo manera de volver a hacerle el amor. Entonces, más
pronto que tarde, Gracia murió a los 34 años de edad.
Tras su
fallecimiento el pueblo entero salió a la calle reivindicando el nacimiento de
otra Gracia mucho más fuerte. Su padre se olvidó de la bolsa y vendió sus
injertos. Aquel alemancito ex novio de la niña se casó con la Canciller del país
germano; y la deuda comenzó a tener importancia. Para entonces Gracia ya había
recibido sepultura y todos hablaban sin parar de aquella niña de la Grecia
desgraciada.
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